Bocado para en frenar caballos tanto en equitación académica como deportiva,

artística, enganches, e incluso la relacionada con las faenas propias de la ganadería o el campo, de los que consisten en dos portamozos, dos piernas y una embocadura que tiene como característica principal el tener una acción directa sobre la encía del caballo al actuar como una palanca de primer género en el que el fulcro (F) corresponde al extremo superior de cada portamozo (4) que contiene un eje (17), sobre el que giran un brazo, denominado Ariete (1); La resistencia (R) corresponde a cada Yunque (3) que vence la oposición de la mandíbula del caballo; Y la potencia (P) corresponde a cada Pierna (2), en cuyo extremo inferior se encuentra una Anilla (10) donde se acopla la rienda, estando el Ariete (1) y la Pierna (2) solidariamente unidos a un regulador (7)

Bocado de acción directa para enfrenar caballos.

La presente invención se refiere a bocados para enfrenar caballos tanto en equitación académica como deportiva, artística, enganches, e incluso la relacionada con las faenas propias de la ganadería o el campo, que tiene como característica principal el tener una acción directa sobre la encía del caballo al actuar como una palanca de primer género.

Estado de la técnica

Desde los orígenes de la equitación, por encima de puntos de vista más o menos personales, ha sido generalmente admitido por los jinetes de todas las épocas que las funciones del bocado son las de detener y conducir al caballo. No es fácil concebir una máquina simple que reúna simultáneamente las funciones de timón y freno para un animal como el caballo, aun admitiendo que otro género de ayudas de que se vale el jinete indudablemente coadyuvan al éxito compartido de ambas, pues bien dice el aforismo que "la mejor embocadura es la doctrina". La razón de la suficiente imprecisión del bocado tradicional -admitida por autores tan lejanos en el tiempo como Baucher o E. H. Edwards- tal vez resida en que la función de conducción requiere de éste precisión y delicadeza, mientras que se le exige a la función de freno el rigor y la autoridad necesarios para detener en firme al caballo, condición ésta última para la que siempre debe estar preparado el jinete en favor de su seguridad y la de los que le rodean. Como quiera que la acción concomitante de estas dos funciones presentan intereses contrapuestos que no siempre benefician a la eficacia del bocado, caballistas de todas las épocas han tratado de innovar en el diseño de éste, demostrándose como regla casi invariable que la mejoría de alguna de sus funciones ha resultado en detrimento de las otras y que la mayoría de las veces, buscando la ventaja del jinete, se ha provocado el innecesario sufrimiento del caballo.

Aunque la domesticación del caballo -atribuida a los antiguos pobladores arios de las estepas de Eurasia- se remonta al quinto o sexto milenio a.C., la evidencia del uso del freno (entendido como un artilugio que introduce una pieza de madera o hueso en la boca del caballo para frenarlo) se remonta aproximadamente al año 2300 a.C., muy probablemente en Mesopotamia. Mil años después, se tiene constancia de que los pueblos de Oriente Próximo se valían de filetes articulados de metal, punzantes y de singular dureza, concebidos para el manejo de los carros de guerra y de la caballería. Egipcios, griegos, asirios y persas se valieron de diferentes géneros de frenos, adaptados a las particularidades de su manera de montar a caballo, que venía condicionada básicamente por las técnicas empleadas en el campo de batalla.

Los pueblos celtas fueron los primeros en introducir el bocado de freno de barbada -empleado posteriormente por los romanos y celtíberos- donde aparece ya aplicado el principio de la palanca de 2º género. Siguiendo a Quesada Sanz (2005), "otros autores sin embargo consideran que el bocado de freno en sentido moderno no apareció hasta el Renacimiento, y que los bocados así llamados en la Antigüedad tenían un funcionamiento ligeramente diferente". Este principio mecánico se adaptó de forma particular por los jinetes norteafricanos a través del llamado bocado de argolla, extendiéndose posteriormente a través de las sucesivas épocas hasta nuestros días, tomando de cada una de ellas el diseño del bocado la impronta que le es propia, derivada originalmente de las distintas maneras de guerrear a caballo y, posteriormente, de las diferentes concepciones que las naciones del mundo han tenido de concebir la equitación, ya sea académica, deportiva, ganadera, o de cualquier otra naturaleza. Hoy en día se admiten dos paradigmas de frenos, entendidos según la definición precedente, es decir, como una pieza de la brida que se inserta en la boca de las caballerías para facilitar su conducción o parada; estos paradigmas son, al margen de sus muchas variantes:

• Freno de Filete (Figura 11)

• Freno de Bocado (Figura 12)

Ambos pueden ser de embocadura rígida o articulada. Las características de estas máquinas simples pueden ser mensurables, como su eficacia, por ejemplo, o inconmensurables, como su rigor para la boca del caballo desde un punto de vista fisiológico. El resto de frenos pueden considerarse bien como combinación de los anteriores, tales como la doble brida; bien como hibridación de éstos, como el Pelham; o ya sea como combinación de dichos frenos con martingalas, tales como el filete elevador, por ejemplo. Es claro que la brida de nariz (hackamore), si bien puede considerarse que enfrena al caballo, no introduce ningún elemento de la brida en la boca de éste.

Se ha querido ver en el filete articulado la acción de una palanca de segundo género operando a modo de cascanueces, pero es claro que, desde un punto de vista mecánico, en un filete correctamente ajustado el fulcro -ubicado en la articulación de la embocadura- no puede inmovilizarse por acción de la propia resistencia de la palanca, es decir, por la lengua, que junto con las barras, la componen en este caso, como prueba la experiencia. Además, el ángulo de las riendas con los cañones tampoco permite comprimir eficazmente el "cascanueces" sobre la mandíbula del caballo, lo que produciría un efecto (indeseable, por cierto) lateral, y no perpendicular a las barras en busca de la cesión de la mandíbula.

Freno de filete (figura 11 y 16)

La fuerza resultante (F_x) ortogonal a las barras -la verdaderamente responsable de la acción del freno- es inferior o igual a la aplicada por el jinete a través de la rienda debido, por un lado, a la ausencia de palanca y, por otro, al efecto seno del ángulo β subtendido por la rienda respecto de la dirección de las barras. Es decir, es una embocadura de baja eficiencia para detener al caballo, como cualquier jinete experimentado ya sabe. Claramente, si el ángulo cabeza-cuello (γ) es muy grande, el ángulo cabeza-rienda (β) en consecuencia disminuye, y esta embocadura tiende, bajo la acción de las riendas, a resbalar durante el frenado hacia atrás por las barras hasta replegar las comisuras de los labios con riesgo de colisionar con los premolares.

Como se ha dicho, en el filete la resistencia recae en gran medida sobre la lengua, amortiguando ésta la deseable acción sobre las barras en busca de la cesión de la mandíbula del caballo. Ocasionalmente también, si el filete no está correctamente dimensionado la articulación de la embocadura (5) puede tocar el paladar del caballo, provocando molestias o dolor. En las acciones unilaterales de riendas esta embocadura tiende a resbalar lateralmente por la boca, presionando finalmente las anillas (10) del filete los labios del caballo según esta misma dirección, ocasionando pellizcos o dolorosa presión.

Atendiendo a la definición, la ventaja mecánica (VM) de este freno vale:

Lo que viene a decir, básicamente, que la máxima eficiencia del freno (VM = 1) se consigue cuando β = 90º, que se corresponde con una dirección de la rienda perpendicular a las barras, tal y como suelen conseguirlo las riendas de atar, por ejemplo, cuando la cabeza del caballo se orienta aproximadamente perpendicular al suelo.

Sumariamente, la eficiencia de la embocadura de filete como freno es baja, ya que no amplifica la magnitud ni optimiza la dirección de la resultante del sistema de fuerzas que operan a través de las riendas durante la acción de éste. Adicionalmente, los efectos unilaterales de la rienda comportan ocasionalmente riesgos de desplazamientos laterales y longitudinales de la embocadura, lo que la hace algo inestable para la conducción además de ocasionalmente incómoda para el caballo. Finalmente, no utiliza ningún mecanismo que sea palanca de primer género.

Freno de Bocado (Figura 12)

Desde una concepción mecánica, el bocado es el único de los paradigmas de frenos que utiliza eficazmente una palanca de segundo género, de tal forma que el fulcro (F) se encuentra en el extremo superior del portamozo (4), inmovilizado éste durante la acción del freno mediante la cadenilla que rodea la barbada (15), engarzada ésta a los alacranes de los ojos de ambos portamozos (8); como resistencia (R) actúa la propia encía del caballo donde se apoyan los cañones (13) de la embocadura y la potencia (P) es la tensión de la rienda operando...

1. Bocado de acción directa para enfrenar caballos de los que consisten en dos portamozos, dos piernas y una embocadura caracterizado porque el extremo superior de cada portamozo (4), contiene un eje (17), correspondiente al fulcro (F) de una palanca de primer género, sobre el que giran: